La Natividad de Juan Bautista: Misa del Día

24-06-2023





Antífona de la Entrada

Vino un hombre enviado por Dios y su nombre era Juan.
Vino para dar testimonio de la luz,
y prepararle al Señor un pueblo dispuesto a recibirlo.
(Juan 1, 6-7; Lucas 1, 17)



Primera Lectura

Isaías 49, 1-6

Escúchenme, islas;
pueblos lejanos, atiéndanme.
El Señor me llamó desde el vientre de mi madre;
cuando aún estaba yo en el seno materno,
él pronunció mi nombre.

Hizo de mi boca una espada filosa,
me escondió en la sombra de su mano,
me hizo flecha puntiaguda,
me guardó en su aljaba y me dijo:
“Tú eres mi siervo, Israel;
en ti manifestaré mi gloria”.
Entonces yo pensé:
“En vano me he cansado,
inútilmente he gastado mis fuerzas;
en realidad mi causa estaba en manos del Señor,
mi recompensa la tenía mi Dios”.

Ahora habla el Señor,
el que me formó desde el seno materno,
para que fuera su servidor,
para hacer que Jacob volviera a él
y congregar a Israel en torno suyo
—tanto así me honró el Señor
y mi Dios fue mi fuerza—.
Ahora, pues, dice el Señor:
“Es poco que seas mi siervo
sólo para restablecer a las tribus de Jacob
y reunir a los sobrevivientes de Israel;
te voy a convertir en luz de las naciones,
para que mi salvación llegue
hasta los últimos rincones de la tierra”.



Salmo Responsorial

Salmo 138, 1-3. 13-14. 15

Respuesta:

Te doy gracias porque me has escogido portentosamente.

Estrofa 1:

Señor, tú me sondeas y me conoces:
   me conoces cuando me siento o me levanto,
   de lejos penetras mis pensamientos;
   distingues mi camino y mi descanso,
   todas mis sendas te son familiares. R


Estrofa 2:

Tú has creado mis entrañas,
   me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias porque me has escogido portentosamente,
   porque son admirables tus obras,
   conocías hasta el fondo de mi alma. R


Estrofa 3:

No desconocías mis huesos.
Cuando, en lo oculto, me iba formando
   y entretejiendo en lo profundo de la tierra.



Segunda Lectura

Hechos de los Apóstoles 13, 22-26

En aquellos días, Pablo les dijo a los judíos: “Hermanos: Dios les dio a nuestros padres como rey a David, de quien hizo esta alabanza: He hallado a David, hijo de Jesé, hombre según mi corazón, quien realizará todos mis designios.

Del linaje de David, conforme a la promesa, Dios hizo nacer para Israel un salvador: Jesús. Juan preparó su venida, predicando a todo el pueblo de Israel un bautismo de penitencia, y hacia el final de su vida, Juan decía: ‘Yo no soy el que ustedes piensan. Después de mí viene uno a quien no merezco desatarle las sandalias’. Hermanos míos, descendientes de Abraham, y cuantos temen a Dios: Este mensaje de salvación les ha sido enviado a ustedes”.



Aclamación antes del Evangelio

Lucas 1, 76

Y tú, pequeño niño, serás el profeta del Altísimo,
   pues llegarás primero que el Señor para prepararle el camino.



Evangelio

Lucas 1, 57-66. 80

Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se regocijaron con ella.

A los ocho días fueron a circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre se opuso, diciéndoles: “No. Su nombre será Juan”. Ellos le decían: “Pero si ninguno de tus parientes se llama así”.

Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara el niño. Él pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios.

Un sentimiento de temor se apoderó de los vecinos y en toda la región montañosa de Judea se comentaba este suceso. Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados: “¿Qué va a ser de este niño?” Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él.

El niño se iba desarrollando físicamente y su espíritu se iba fortaleciendo, y vivió en el desierto hasta el día en que se dio a conocer al pueblo de Israel.



Antífona de Comunión

Por la misericordia entrañable de nuestro Dios,
nos ha visitado la luz que nace de lo alto.
(Lucas 1, 78)





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