Vigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario: Segunda Lectura
Hebreos 12, 5-7. 11-13
Hermanos:
Ya se han olvidado ustedes de la exhortación que Dios les dirigió,
como a hijos, diciendo:
Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor,
ni te desanimes cuando te reprenda.
Porque el Señor corrige a los que ama,
y da azotes a sus hijos predilectos.
Soporten, pues, la corrección, porque Dios los trata como a hijos;
¿y qué padre hay que no corrija a sus hijos?
Es cierto que de momento ninguna corrección nos causa alegría,
sino más bien tristeza.
Pero después produce, en los que la recibieron,
frutos de paz y de santidad.
Por eso, robustezcan sus manos cansadas y sus rodillas vacilantes;
caminen por un camino plano,
para que el cojo ya no se tropiece,
sino más bien se alivie.