Vigésimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario: Antífona de la Entrada
Salmo 85, 3. 5
Dios mío, ten piedad de mí, pues sin cesar te invoco. Tú eres bueno y clemente y no niegas tu amor al que te invoca. (Salmo 85, 3. 5)
Dios mío, ten piedad de mí, pues sin cesar te invoco. Tú eres bueno y clemente y no niegas tu amor al que te invoca. (Salmo 85, 3. 5)