Décimotercero Domingo de Tiempo Ordinario Año C: Evangelio
Lucas 9, 51-62
Cuando ya se acercaba el tiempo en que tenía que salir de este mundo,
Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén.
Envió mensajeros por delante y ellos fueron a una aldea de Samaria
para conseguirle alojamiento;
pero los samaritanos no quisieron recibirlo,
porque supieron que iba a Jerusalén.
Ante esta negativa, sus discípulos Santiago y Juan le dijeron:
“Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos?”
Pero Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió.
Después se fueron a otra aldea.
Mientras iban de camino, alguien le dijo a Jesús:
“Te seguiré a dondequiera que vayas”.
Jesús le respondió:
“Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos;
pero el Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar la cabeza”.
A otro, Jesús le dijo: “Sígueme”.
Pero él le respondió: “Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre”.
Jesús le replicó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos.
Tú, ve y anuncia el Reino de Dios”.
Otro le dijo: “Te seguiré, Señor;
pero déjame primero despedirme de mi familia”.
Jesús le contestó: “El que empuña el arado y mira hacia atrás,
no sirve para el Reino de Dios”.