El Vigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario, Año B: Segunda Lectura

Efesios 5, 21-32

Hermanos:
Respétense unos a otros, por reverencia a Cristo:
que las mujeres respeten a sus maridos, como si se tratara del Señor,
porque el marido es cabeza de la mujer,
como Cristo es cabeza y salvador de la Iglesia,
que es su cuerpo.
Por tanto, así como la Iglesia es dócil a Cristo,
así también las mujeres sean dóciles a sus maridos en todo.

Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a su Iglesia
y se entregó por ella para santificarla,
purificándola con el agua y la palabra,
pues él quería presentársela a sí mismo toda resplandeciente,
sin mancha ni arruga ni cosa semejante,
sino santa e inmaculada.

Así los maridos deben amar a sus esposas,
como cuerpos suyos que son.
El que ama a su esposa se ama a sí mismo,
pues nadie jamás ha odiado a su propio cuerpo,
sino que le da alimento y calor,
como Cristo hace con la Iglesia,
porque somos miembros de su cuerpo.
Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre,
se unirá a su mujer y serán los dos una sola cosa.
Este es un gran misterio, y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.