El Vigésimo Tercer Domingo del Tiempo Ordinario, Año B: Evangelio
Marcos 7, 31-37
En aquel tiempo,
salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón,
al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis.
Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo,
y le suplicaban que le impusiera las manos.
Él lo apartó a un lado de la gente,
le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva.
Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo:
¡Effetá! (que quiere decir ¡Ábrete!).
Al momento se le abrieron los oídos,
se le soltó la traba de la lengua
y empezó a hablar sin dificultad.
Él les mandó que no lo dijeran a nadie;
pero cuanto más se lo mandaba,
ellos con más insistencia lo proclamaban;
y todos estaban asombrados y decían:
¡Qué bien lo hace todo!
Hace oír a los sordos y hablar a los mudos.