El Vigésimo Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario, Año B: Primera Lectura
Génesis 2, 18-24
En aquel día,
dijo el Señor Dios:
No es bueno que el hombre esté solo.
Voy a hacerle a alguien como él, para que lo ayude.
Entonces el Señor Dios formó de la tierra
todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo
y los llevó ante Adán para que les pusiera nombre
y así todo ser viviente tuviera el nombre puesto por Adán.
Así, pues, Adán les puso nombre a todos los animales domésticos,
a los pájaros del cielo y a las bestias del campo;
pero no hubo ningún ser semejante a Adán para ayudarlo.
Entonces el Señor Dios hizo caer al hombre en un profundo sueño,
y mientras dormía,
le sacó una costilla y cerró la carne sobre el lugar vacío.
Y de la costilla que le había sacado al hombre,
Dios formó una mujer.
Se la llevó al hombre y éste exclamó:
Esta sí es hueso de mis huesos
y carne de mi carne.
Esta será llamada mujer,
porque ha sido formada del hombre.
Por eso el hombre abandonará a su padre y a su madre,
y se unirá a su mujer
y serán los dos una sola cosa.