El Vigésimo Noveno Domingo del Tiempo Ordinario, Año B: Segunda Lectura
Hebreos 4, 14-16
Hermanos:
Puesto que Jesús, el Hijo de Dios,
es nuestro sumo sacerdote, que ha entrado en el cielo,
mantengamos firme la profesión de nuestra fe.
En efecto, no tenemos un sumo sacerdote
que no sea capaz de compadecerse de nuestros sufrimientos,
puesto que él mismo ha pasado por las mismas pruebas que nosotros,
excepto el pecado.
Acerquémonos, por tanto, con plena confianza al trono de la gracia,
para recibir misericordia, hallar la gracia y obtener ayuda en el momento oportuno.