Segundo Domingo de Cuaresma Año C: Evangelio

Lucas 9, 28-36

En aquel tiempo, Jesús se hizo acompañar de Pedro, Santiago y Juan,
y subió a un monte para hacer oración.
Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto
y sus vestiduras se hicieron blancas y relampagueantes.
De pronto aparecieron conversando con él dos personajes,
rodeados de esplendor: eran Moisés y Elías.
Y hablaban de la muerte que le esperaba en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros estaban rendidos de sueño;
pero, despertándose,
vieron la gloria de Jesús y de los que estaban con él.
Cuando éstos se retiraban, Pedro le dijo a Jesús:
“Maestro, sería bueno que nos quedáramos aquí
y que hiciéramos tres chozas:
una para ti, una para Moisés y otra para Elías”,
sin saber lo que decía.
No había terminado de hablar,
cuando se formó una nube que los cubrió;
y ellos, al verse envueltos por la nube, se llenaron de miedo.
De la nube salió una voz que decía:
“Este es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo”.
Cuando cesó la voz, se quedó Jesús solo.
Los discípulos guardaron silencio
y por entonces no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.