Trigésimo Domingo del Tiempo Ordinario: Evangelio
Lucas 18, 9-14
En aquel tiempo,
Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por justos
y despreciaban a los demás:
“Dos hombres subieron al templo para orar:
uno era fariseo y el otro, publicano.
El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
`Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres:
ladrones, injustos y adúlteros;
tampoco soy como ese publicano.
Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias’.
El publicano, en cambio, se quedó lejos
y no se atrevía a levantar los ojos al cielo.
Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo:
`Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador’.
Pues bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado
y el que se humilla será enaltecido”.