Cuarto Domingo de Pascua: Evangelio
Juan 10, 27-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
“Mis ovejas escuchan mi voz;
yo las conozco y ellas me siguen.
Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás;
nadie las arrebatará de mi mano.
Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos,
y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre.
El Padre y yo somos uno”.