Vigilia Pascual: Séptima Lectura

Ezequiel 36, 16-28

En aquel tiempo,
me fue dirigida la palabra del Señor en estos términos:
“Hijo de hombre, cuando los de la casa de Israel habitaban en su tierra,
la mancharon con su conducta y con sus obras;
como inmundicia fue su proceder ante mis ojos.
Entonces descargué mi furor contra ellos,
por la sangre que habían derramado en el país
y por haberlo profanado con sus idolatrías.
Los dispersé entre las naciones
y anduvieron errantes por todas las tierras.
Los juzgué según su conducta, según sus acciones los sentencié.
Y en las naciones a las que se fueron,
desacreditaron mi santo nombre,
haciendo que de ellos se dijera:
‘Este es el pueblo del Señor,
y ha tenido que salir de su tierra’.

Pero, por mi santo nombre,
que la casa de Israel profanó entre las naciones a donde llegó,
me he compadecido.
Por eso, dile a la casa de Israel: ‘Esto dice el Señor:
no lo hago por ustedes, casa de Israel.
Yo mismo mostraré la santidad de mi nombre excelso,
que ustedes profanaron entre las naciones.
Entonces ellas reconocerán que yo soy el Señor,
cuando, por medio de ustedes les haga ver mi santidad.

Los sacaré a ustedes de entre las naciones,
los reuniré de todos los países y los llevaré a su tierra.
Los rociaré con agua pura y quedarán purificados;
los purificaré de todas sus inmundicias e idolatrías.

Les daré un corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuevo;
arrancaré de ustedes el corazón de piedra
y les daré un corazón de carne.
Les infundiré mi espíritu y los haré vivir según mis preceptos
y guardar y cumplir mis mandamientos.
Habitarán en la tierra que di a sus padres;
ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios’”.